domingo, 27 de diciembre de 2015

Continuación del primer capítulo de El Rompecabezas Mecánico

Aquí teneis el enlace al primer capítulo:
http://traduccionesehistorias.blogspot.com.es/2015/11/el-titulo-la-sinopsis-y-el-primer.html 
https://www.wattpad.com/185495552-el-rompecabezas-mec%C3%A1nico-cap%C3%ADtulo-1


Y esté es la segunda parte. Felices fiestas y a disfrutar de estos días.

Isabelle

Aaron Salzberg quería respuestas. Me miraba con los ojos entrecerrados y quizás esperaba que yo le dijese algo que Julia, la señora que apareció en mi sueño, no le hubiese dicho.
Y aunque los segundos seguían pasando él no decía nada.

- Aaron, ¿te pasa algo? - le pregunté para ver si así reaccionaba. Era el chico más raro que había conocido nunca.

Él dio un paso hacia la cama y se paró junto a mis pies.

- Isabelle - dijo mi nombre en voz alto y asentí.

Solo llevaba día y medio en ese pueblo y ya quería volver a casa. Al apartamento que teníamos en Madrid, España, el país en el que mi madre y yo habíamos nacido, pero el trabajo de mi padre nos arrastró a ese condado tenebroso y oscuro, rodeado de casas salidas de las películas de terror que siempre había visto a escondidas, mientras mis padres fingían no saber que me sentaba en las escaleras y miraba entre los huecos de mis dedos, lista para correr de vuelta a mi cuarto si tenía demasiado miedo. Harás cientos de amigos, dijo mi padre antes de venir, seguramente porque no sabía que no había tantos niños en todo Benedict. Al menos podía dar las gracias de que mis padres me hubiesen hablado en inglés durante toda mi vida, mi padre con su acento de Sussex y mi madre con el español, lo que me permitía mezclarme y entender a la gente del Norte de Inglaterra.

Sin querer, se me escapó un sollozo antes de que pudiese seguir fingiendo que estaba contenta de estar allí. Las lágrimas empezaron a resbalar por mis mejillas y bajé la cabeza para que quedase en cierta forma oculta por mi pelo corto. No obstante, él seguía mirándome, lo que me hacía sentir aún más incómoda y llorar con más fuerza.
Entonces le oí acercarse y me tocó el brazo.

- ¿Por qué lloras? - me preguntó serio.

Yo intenté apartar las lágrimas con las palmas de las manos, torpemente, mientras le miraba y me daba cuenta, por primera vez, de que sus ojos eran verdes y moteados. Si llevaba sorprendiéndome cada vez que miraba a alguien a los ojos era también porque procedía de un país en el que la mayoría de la gente, con pocas excepciones como yo y mi madre, que teníamos los ojos de un marrón verdoso, tenían los ojos oscuros.

- Da igual, - le contesté con demasiada brusquedad, teniendo en cuenta de que se estaba preocupando por mí y no me conocía. - Solo quiero volver a casa, no encajo aquí.

- Llevas un día, Isabelle.

- Izzy, llámame Izzy. Sí, lo sé, pero no conozco a nadie y llevo dos días sin ver a mi padre porque está trabajando y...

De nuevo, me puso la mano en el hombro para tratar de hacerme sentir mejor. Y así fue.

- Sí que conoces a alguien, seamos amigos. - Aaron fue a coger algo de dónde deberían haber estado sus bolsillos, pero entonces se dio cuenta de que llevaba todavía la bata del hospital y sonrió.- Cuando volvamos a casa te enseñaré el condado y verás que no es tan malo como parece, ¿vale?

Yo asentí tímidamente, tanto agradecida como avergonzada por haberme puesto a llorar como una niña pequeña. Entonces él se giró para volver a su habitación.

- Aaron, - le llamé y se giró, esta vez forzando una sonrisa - gracias.

Sin embargo, no me contestó y salió cerrando la puerta.

El crujido de la madera, me hizo pensar en la del despacho de mi sueño y, aprovechando que estaba sola, abrí la bata que llevaba, para ver mi marca de nacimiento. La toqué ligeramente con los dedos y cuando sentí que ardía, presioné con fuerza hasta oír un golpe desde la habitación de al lado. Miré hacia la pared sin entender, ¿por qué había hecho eso? Entonces apareció de la nada un dolor intenso en ese mismo lugar, justo donde me habían operado.


- Izzy - oí a través de la pared y salí de la cama para sentarme en la esquina- ¿has sentido eso?

- Sí, no lo entiendo.

- Todo saldrá bien, lo descubriremos.

Su voz comprensiva y sus palabras de ánimo me habían hecho sentir otra vez segura, por eso me quedé ahí hasta que mi madre abrió la puerta y me cogió de los brazos para ayudarme a subir de nuevo a la cama. Después me miró preocupada y me acarició la mejilla.

- Mamá, no vas a creer esto, - siempre le había contado todo a mi madre y esta vez no iba a ser diferente - una señora se nos apareció en sueños a Aaron y a mí, y tenemos que ayudar a mantener el orden de todos los universos que existen, y estamos conectados por nuestras marcas de nacimiento, y...

- Izzy, tranquilízate. - Bajó la mirada a su regazo y sonrió. - Me alegro de que te hayas hecho amiga del vecino, pero tienes que descansar, cariño. Cuanto antes te mejores, antes podremos volver a casa.

Mi madre no quería escuchar todo lo que había aprendido desde que llegamos, sin embargo, tenía razón y en menos de veinte minutos estaba dormida otra vez. En vez no soñé nada y me desperté sintiéndome decepcionada aunque contenta, porque justo entonces entró un médico en la habitación para decirnos que ya me habían dado el alta. Era un señor alto y delgado, con la barba corta y canosa, y gafas.

Una enfermera vino después a traerme mi ropa y en menos de veinte minutos ya estábamos en casa, igual que Aaron, porque el coche gris oscuro de su familia estaba aparcado en la entrada. Miré a mi madre y, sin decirle nada supo lo que iba a preguntarla y asintió, soltándome la mano para que pudiese ir a buscarle, además de hacer que no tuviese que pasar de nuevo la tarde sola con mis muñecas.

Subí las escaleras que llevaban a su entrada y llamé a la puerta, que abrió un adolescente que se parecía a Aaron, aunque sus ojos fuesen marrones y su pelo un poco más claro.

- Hola, soy la vecina de al lado. He venido a ver si Aaron ya estaba en casa.

Él me sonrió como solían hacer los adultos cuando creían que había hecho algo bien, haciéndose a un lado después, segundos antes de que Aaron viniese corriendo desde el interior de la casa, donde la luz iluminaba un largo pasillo aunque creando sombras, y me cortase el paso.

- Voy a enseñarle Benedict, dile a la tía que estaré aquí para la cena.

- No soy tu mensajero,- le contestó su hermano y cerró la puerta de un portazo.

Empezamos a caminar por la calle y estuvimos en silencio hasta que giramos la esquina.


- Voy a llevarte a un sitio en el que me escondo cuando no quiero estar en casa, ¿Quieres que te lo enseñe? 

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