miércoles, 22 de junio de 2016

Tercer capítulo publicado y los primeros tres capítulos solo para vosotros

Con esta publicación se me ha ocurrido copiar cada capítulo en el blog, ya que muchos de vosotros no podréis leerlo sin cuenta de Wattpad. Me encantaría que me dieseis vuestra opinión y que os guste, porque al fin y al cabo eso es lo más importante. Allá van los primeros tres capítulos. 

Capítulo 1 
Abi, princesa de Ranta

Mi nombre no es Abi, no nací en Ranta y vestida con la chaqueta agujereada que encontré en la basura difícilmente podría ser una princesa. Contaros la lista de cosas que no soy se haría interminable, pero en resumen, mi cabello no es negro, mis ojos no son azules y llevo maquillaje para ocultar cualquier lunar o peca que pudiese hacerme reconocible. Ni siquiera tengo huellas dactilares.
¿A qué viene tanto secretismo? Bueno... es una larga historia. En la calle soy invisible,  porque si no pueden verme, no pueden tocarme ni adivinar quién soy. Y si lo hiciesen que yo estuviese en peligro dejaría de ser importante, porque las personas por las que tomé la decisión de desaparecer, lo estarían, y eso es algo que no puede ocurrir. Otra vez no.
Cuando cierro los ojos en el agujero al que llamo apartamento, veo la cara de mi hermana, de mi padre, de Samuel... y hay días en los que sueño con ellos y es como si estuviese en casa. Los campos de Navinia nunca fueron tan brillantes y nunca estuvo tan lleno de vida como en mis sueños. A veces incluso mi madre estaba allí y me acariciaba la cara, Samuel me ponía la mano en el hombro y Thora, mi hermana pequeña, mi artista, mi responsabilidad, chillaba desde otra parte de la casa y yo salía corriendo a buscarla, pero ya era tarde para salvarlos a todos. Siempre era tarde. Cuando oí a mi hermana fue el principio del fin.
Quizás este sea el momento de ser explícita, de detallar cada segundo y lo haré solo porque... porque esta historia merece ser contada, porque no creo que sobreviva a mi venganza y tú serás quién guarde mis secretos. Te nombro mi confidente, amigo, hoy es tu día de suerte.
Hola, mi nombre real es Marine Nash y sí, soy la hija del hombre que destruyó Navinia y la misma que estuvieron buscando durante meses, quizás años. Antes de todo, mi padre era un inventor de los que cambian el mundo, de los que atraen inversores y a la gente equivocada a la casa de una familia de tres, en la que las dos hijas son pequeñas pero no tanto como para no entender que dos hombres están agarrando a tu padre por el cuello, contra la pared, en su despacho  y a última hora de la noche. Nunca fuimos ricos. No teníamos tecnología que no hubiese creado mi padre ni nada de lo que llevan los críos de Ranta. Pero nos sentíamos queridas.
Mi hermana solo vio un segundo la escena porque la escondí en el armario y corrí a la casa de al lado. La casa de madera azul con tejas negras y flores en el jardín. Antes de que pasase más de un minuto toda la familia Mai, Samuel incluído, estaban llamando a los agentes de la ley, dispuestos a ayudarme. Todo hasta que mi hermana chilló y el padre de Samuel corrió hacia la casa, todo hasta que el nuevo invento de mi padre, "la caja de energía" como la llamaron los periódicos, se sobrecalentó porque mi padre nunca la había tenido más de 5 minutos en funcionamiento y seguramente llevaba más de media hora. Juro que podía oír los pasos del vecino yendo a salvarlos a todos y oír el primer disparo. Mi hermana salió corriendo hasta la puerta y no pude evitar ir hacia ella al verla allí, sola, todavía con su pijama y los ojos llenos de lágrimas. Por Dios, tenía solo 6 años. Samuel nos llevó de vuelta al interior de sus casa y....
Llegó el final con la explosión. El amianto nos protegió porque vivíamos en bunquers con aspecto de casas de fantasía, en un pueblo que poblaron nuestros abuelos en mitad del desierto, gracias a que quien fuera que los creó, ya no necesitaba sus refugios antinucleares. Si hubiese contaminación ni siquiera habíamos nacido. Pero, tumbada en el suelo, con la mano de Samuel en mi hombro y protegiendo a mi hermana con mi cuerpo, ya no estaba tan segura de por qué seguía ahí.
Días más tarde nos reubicaron en las regiones próximas. Tuvimos suerte de que nos dejasen alojarnos a mi hermana y a mí con Samuel y su madre, toda la familia que le quedaba en ese momento. Semanas más tarde, mi hermana volvió a sonreír por primera vez. Meses más tarde me escapé por primera vez para volver a lo que quedaba de Navinia pero Samuel me siguió y el resto es historia. Demasiadas confesiones por esta noche. Dormid, angelitos, que no os piquen las chinches.
¿Seguís aquí? Interesante, no creí que duraseis tanto. Es hora de contar mentiras. Soy una estafadora consagrada, de pequeña contaba mentiras piadosas y ahora ni siquiera sé qué es verdad. Salí de la oscuridad de mi apartamento a la luz cegadora de Ranta, la metrópolis multicultural de los tecnócratas y los ricachones, con sus grandes carteras. Me escondo entre la gente, con el pelo recogido y una americana, pantalones vaqueros y zapatos de tacón. Les hago creer que soy una de ellos, cuando en realidad desprecio su forma de vida. Hoy voy a buscar trabajo de azafata para uno de los mayores congresos de inventores de este lado del universo, donde mi padre debería haber estado si siguiese vivo. Les enseñaré mi identificación como Nadine Reign, Agatha Walton o Abi See, aunque esta última me la suelo guardar para robar en los garitos de alterne y meterme en partidas de póquer en sótanos donde se apuestan grandes sumas. ¿Alguna vez gano? No apuesto una sola moneda, solo voy a mirar y a hacer contactos, hacerles pensar que saben dónde estoy y lo que quiero. Encontrar a los asesinos de mi padre y del padre de Samuel.
A las 4 de la tarde sirvo copas gracias a mi nuevo trabajo con un contrato no muy legal. Me he cambiado las lentillas por unas del color verde casi tan cálido como el de mi hermana y mi pelo está recogido con la mera intención de ocultar las raíces claras que empiezan a salir. Aquellas personas no me miran dos veces y es lo que esperaba. Necesito oír algo, descubrir cualquier cosa que me ayude a encontrar a quien dio la orden, porque después de todo son inventores. Es el momento que llevo años esperando... Siento que alguien me está mirando, giro la cabeza y no le encuentro. Tengo que salir de ahí. Dejo las copas en una mesa y voy hacia el baño hasta esconderme en la tercera cabina y subirme al retrete. Alguien entra detrás de mí. Se abre una cabina de un golpe, luego otra. Me tenso y me preparo para atacar, llevo una navaja en la cintura. Quien sea que está ahí, golpea la puerta y yo le doy una patada que le hace caer. Sin pararme a mirarle salgo corriendo, evadiendo la sala con los invitados y voy directamente a las escaleras. Bajo varias tandas de pisos y me siento en las escaleras a esperar a oír algún otro sonido.
Plan de emergencia: saco la pantalla de control que llevo atada a la cintura y deshabilito las cámaras de seguridad junto con la alarma. Vuelvo a subir y me quedo en la puerta, arreglada gracias a la cámara del móvil y preparada para poner mi mejor expresión de desconcierto cuando suban los agentes de seguridad. Solo que no ocurre así. Alguien abre la puerta de las escaleras del piso 16.
- Marine, basta de mentiras.

Esto sí que no me lo esperaba.
 Capítulo 2
 Marine, enemiga de la luz


-        ¿Por qué no me dijiste que querías volver a “casa”? Sabía que no estabas bien conmigo y con mi madre, pero tú y Thora sois parte de mi familia. No quiero que te vayas, por favor no te vayas.

Recuerdo perfectamente las palabras de Samuel la primera vez que me marché, y verle allí trae demasiados recuerdos y una verdad que no puedo dejar pasar, si él ha podido reconocerme cualquiera puede descubrir quién soy.
Le mantengo la mirada y me debato entre si intentar escapar o enfrentarme a él y decirle que olvide que me ha visto, pero no puedo. Bloqueo todas las puertas electrónicas que dan a las escaleras con el panel y respiro hondo muy lentamente.

-        No voy a mentirte esta vez, voy a intentar ser todo lo sincera que puedo – me quito los tacones y me siento en las escaleras mientras él sigue ahí parado. – Primero, siéntate porque me estás poniendo nerviosa y deja de mirarme así.

Él entrecierra los ojos y se deja caer en el mismo escalón, solo que pegado a la barandilla para estar lejos de mí.

-        Vale, como puedes imaginarte por cómo voy vestida, no puedo dejar que nadie sepa quién soy…

-        ¿Por qué? – me interrumpe. – Mi madre y yo te hubiésemos protegido, tu hermana es feliz, tiene una vida y tú solo te escondes. ¿Y para qué? ¿Crees que tu padre hubiese querido este tipo de vida para ti? – Suspira y mira hacia el final de la escalera.

-        Tú no lo entiendes. Necesito saber por qué ocurrió, por qué lo perdimos todo. El trabajo de una vida perdido, ¿A caso no puedo no ser diferente a ti? Que no me quedase con vosotros no significa que no quiera que estéis a salvo, lo sois todo para mí.

-        Demuéstralo.

Niego con la cabeza una par de veces y antes de darme cuenta soy una niña de nuevo. En mi defensa, no esperaba nada de esto y tampoco es que esté preparada para mantenerle a salvo. Vuelvo a mirar la pantalla que sigo sosteniendo y acabo con todo el control que estoy ejerciendo en la seguridad del edificio para entregárselo, porque mi hermana y yo le debemos estar vivas y a diferencia de él, puedo salir sin ser vista y ya es demasiado tarde para que no le vinculen con la razón de la “incidencia de seguridad”.

-        Nos comunicaremos a través de la pantalla, hasta que no decida hacerlo no podrás enviar mensajes ni seguirme a través de la señal.

Me giré para bajar y antes de decir nada estúpido salí corriendo planta tras planta hasta llegar al vestíbulo, para entonces retocarse ya no tenía sentido. Pasé mi tarjeta identificativa temporal por el sensor y salí al exterior.
La brisa me acarició la cara dejándome sin respiración. Sabía que tendría que vagar unas horas antes de volver a casa por si alguien me seguía, conocía perfectamente el protocolo. ¿Cómo? Porque tuve una buena maestra. A los pocos días de irme de Ranta, la ciudad costera en la que nos reubicaron, acabé en la calle. No tenía dinero, ni comida y mucho menos dónde quedarme. Hasta que Leila me encontró. Era una chica con poca más edad y que yo, nacida en las calles y sin más educación que la que había aprendido para poder sobrevivir. Ella creó a Abi y estuvimos juntas durante 4 años, hasta que… la mataron por lo que había robado ese día. Mientras yo iba a reunirme con ella y si no hubiese sido porque ya clamé mi venganza ahora me seguiría torturando como lo hago por mi padre. Y si Samuel espera encontrar a Marine, debería empezar a prepararse para el golpe que supondrá ver que no queda nada de ella.
A última hora de la tarde vuelvo a mi guarida y me tumbo en mi cama, con una réplica de la pantalla en la mano. Todavía no me he permitido pararme a pensar quién me atacó en los baños, pero eso no importa, lo que sí lo hace es que fallé mi misión y tengo que encontrar otra forma de encontrarles.
¿Sigues vivo? – Escribo y la lanzo al otro extremo de la cama. Pero en cuanto se ilumina la pantalla, pongo los ojos en blanco y miro la respuesta.
Sí, pero creo que hoy he visto un fantasma.
Esta conversación es muy mala idea, pero ahora que me ha encontrado me pregunto si realmente quiero volver a alejarme. Si lo hice la primera vez no fue solo por mi sed de venganza, hay otra razón por la que me buscan y quizás me hayan encontrado ya. Es curioso cómo cambia la vida de un segundo para otro.
Cuando os hablé de Navinia me dejé un detalle crítico para que entendáis por qué vivo cómo lo hago, porque me alejo de todo el mundo y me arriesgo de esta manera. En nuestra comunidad no todos son realmente humanos. El índice casi inexistente de lo que quedaba de radioactividad atrajo a almas de otro mundo, o quizás siempre estuvieron ahí. La primera generación que se instaló allí, tuvo hijos y quienes mostraron convertirse en recipientes para ellos murieron brutalmente. La caja de luz iba a mantenerla dentro de mí, pero sin ella… puede que ella consiga el control de mi cuerpo o acabe conmigo. Mi padre anotó dicha anomalía en sus diarios, los mismos que robaron sus asesinos.
¿Volveremos a vernos?
Una pregunta audaz de un chico que también tuvo que crecer demasiado deprisa. Si supiera la verdad no volvería a saber de él ni de mi hermana. Si el final está cerca para mí de una forma u otra quizás debería verles….
Tengo algunos de los diarios de tu padre. 

Capítulo 3 
Sammy, guardián de los desamparados

El aire que entra por la ventana es mi único contacto con la realidad, por lo que sé esto no está ocurriendo, la cortina no me roza el hombro y no estoy oyendo el ruido de los coches detrás de mí. Tampoco estoy apoyada en el alféizar de la ventana de su habitación de hotel, debatiéndome entre obligarle a decirme dónde están los antiguos diarios de mi padre y quemar el hotel hasta sus cimientos. Mi desesperación no tiene límites. No, en serio, no tiene límites.
Suspiro y me bajo sin hacer ruido para empezar a abrir las cómodas y el gran armario empotrado del fondo de la habitación, hasta que se me agota la paciencia y abro las puertas violentamente. Entonces le oigo revolverse detrás de mí, encender la luz y ponerse de pie. Suspiro.

-        Dame los diarios y me iré.- Parezco más cansada de lo que realmente estoy, pero eso es algo bueno, quiero volver a mi agujero y dormir. Quiero estar preparada para seguir con mis planes, no ocuparme de fantasmas del pasado cuando el fantasma debería ser yo.

-        ¿Qué?

-        Sé que me has oído. Los diarios. Dámelos.

Él respira hondo tembloroso y se sienta en la cama. No, susurra. Coloco la mano en la pistola táser que tengo oculta en el cinturón y me obligo a contener mi rabia. No puede ser, maldita sea. Es imposible que quién salvo a mi hermana de vivir en un orfanato sea quien me dificulte conseguir lo que necesito.
Se pasa la mano por la barbilla y mira hacia la puerta de la habitación. Podría dispararle en la rodilla y acallar sus gritos de dolor hasta que me dijese dónde están, pero entonces ninguno de los dos saldría ganando: él, por lo evidente, y yo, porque no torturo a inocentes, así de simple. Aunque no sea la primera vez que se me pasa por la cabeza ni la primera vez que alguien está en el lugar y en el sitio equivocado.
Plan B, juguemos a los viejos amigos.

-        Tú no lo entiendes, – le digo, con más suavidad, solo me falta quitarme las lentillas y sería otra vez Marine, tronchante,-  los diarios son la prueba de lo que mi padre estuvo haciendo y sería demasiado fácil rastrearlos hasta ti, lo que les llevaría a mi hermanita. No quieres salvar a Thora, Sammy. Creía que todavía tenías complejo de héroe.

El pequeño Sammy no dejaría morir ni a uno de esos animales mutados del río, con demasiados ojos y demasiadas patas pero condenados a morir porque su cuerpo no estaba preparado para su naturaleza aleatoria. Pero la pequeña Marine siempre era la voz de la razón y a veces la que le metía en problemas con el resto de la comunidad. Él sabe que no tiene la sangre fría para ser algo más que un héroe frustrado, igual que lo sabemos todos los que quedamos.

Un primer ruido en el pasillo del hotel me hace apretar mi cinturón, a unos centímetros del arma.  El segundo y que lleva a la puerta abriéndose, a esconderme en el armario con el arma a la altura de mi pecho. Hay pasos de dos hombres, no, tres porque la tercera es una mujer. La cama cruje en cuanto Samuel se levanta. Si han abierto la puerta de la habitación sin forzar el cerrojo es que tenían la llave, aun así no creo que sea política del hotel forzar las puertas en mitad de la noche.

-        ¿Quiénes…?- La voz de Sammy se apaga de repente y se oyen forcejeos. Si vamos a ser uno contra tres necesitaré mi querido factor sorpresa.

Abro la puerta de golpe y me tiro al suelo con el brazo estirado. Disparo mi arma tres veces y cae uno a uno como si fuesen un mecanismo bien engrasado, también Sammy porque le están sujetando. Pero se aleja rápidamente y va a ponerse a mi lado mientras me dirijo a la puerta, la ventana solo podría alertar a los vecinos después del sonido de los cuerpos cayendo. Y, sí, no voy a abandonarle allí. Aunque tampoco es que vaya a irme de inmediato.
Le quito el arma a uno de ellos que se retuerce en el suelo y se la lanzo a Samuel.

-        ¡Cúbreme! – Le ordeno mientras cacheo a uno de los hombres, en busca de algo que me diga quienes son, pero no hay nada. Van vestidos para no llamar la atención y… espera, no es así. A uno de ellos le brillan los ojos y la mujer se está tambaleando en el suelo como si más que un disparo hubiese recibido un golpe en la cabeza. No lo entiendo.

Voy hacia ella y, en cuanto abre la boca, sale un humo blanco y grita de dolor. El humo va cogiendo forma lentamente hasta convertirse en una figura retorcida y atrayente. Perfecta. Necesito tocarla. Estiro la mano y Samuel me sujeta antes de conseguir llegar hasta ella. Entonces la figura chilla y desaparece como si fuese el resultado de un truco de magia.

-        Tenemos que irnos- me dice Samuel y tira de mí para que me levante y deje la habitación. Eso acaba con mi atontamiento.

Antes de que pasen diez segundos estamos corriendo escaleras abajo hacia la salida. Sé que tendremos que ir a mi apartamento cómo yo llegué hasta allí, pero también, que si se lo digo, nos retrasará. Miro mi reloj, el próximo tren vendrá en dos minutos y cuarenta y seis segundos. Cuarenta y cinco. Corremos entre los edificios, cruzando la carretera y esquivando los coches, siento que no estamos solos y ahora no importa. Seguimos hasta la estación y subimos las escaleras hasta llegar a la puerta que lleva a segunda planta. Me giro para mirarle y veo su incertidumbre, veo desconfianza y eso me hace sonreír. No quiero que confíe en mí solo porque una vez me conoció.
Abro la puerta con la pantalla de control que llevo oculta en mi abdomen y voy hasta el borde de la plataforma, justo encima de un par de viajeros que van a subirse al tren de forma normal. Estiro la mano hacia él y vuelvo a sonreír y lo mejor es que esta vez mi sonrisa no es calculada. Solo quiero disfrutar con alguien de algo tan cotidiano como lo es viajar encima del vagón bajo la luz de la luna. Le veo planteárselo y finalmente dar un paso y agarrarme fuertemente de la mano. Cierra los ojos, le susurro en el oído. Si lo hace o no, no me importa, solo tiro de él hacia el vagón en cuanto para y me tumbo, mientras le indico que se mantenga callado, a mi lado.
Es bonito cómo la luz de las estrellas se refleja sobre el acero del que el tren está construido y cómo las lunas estén una junto a la otra. Momentos así me hacen sentirme más niña y más débil, pero no me importa porque en unos minutos tendré que levantarme y solo quiero disfrutar de momento.
Marxpent. Mi parada. La última de la vía dieciséis y por lo tanto, en la que más se para el tren, lo que nos permite bajar por la escalerilla incorporada al último vagón. Hace años había cámaras de seguridad en este lado de la ciudad, ahora quien se baje aquí está completamente solo.
Y ahora que estamos caminando juntos, me pregunto qué pensará de este lugar, porque permanece completamente callado e inexpresivo. Quizás él también es diferente y no me he permitido darme cuenta porque eso significaría que ninguno de los dos hemos sido realmente libres.
La puerta de mi apartamento se abre con el código indescifrable que cambio a diario y le invito a pasar a mi humilde morada. A la vista solo hay una cama, un escritorio con un ordenador portátil, un televisor y un par de cachivaches robóticos que cree hace mucho tiempo, el baño está oculto en la pared por si alguien consiguiese entrar.

-        Puedes quedarte aquí todo lo que lo necesites, no será un palacio, pero es seguro.

Voy hacia el baño, abro la puerta y enciendo la luz. Los azulejos blancos reflejan en mi piel blanquecina casi transparente y me quito las lentillas de colores, para después dejar la cazadora sobre la mampara del rincón mugriento al que llamo ducha.
Cuando vuelvo a la habitación, me está observando al lado de la puerta. Seguramente esté en shock.

-        Puedes dormir en mi cama, yo dormiré en la silla. Es más cómoda de lo que parece y, ¿por qué, no? Tampoco es que no lo haya hecho nunca.

Silencio. Decido ignorarle y sentarme en la silla. No, no tiene sentido que esté aquí, ni que vaya a pasar la noche, ni que ahora tenga a gente que trate de matarle cuando esta forma de vida también es por él. Me levanto y me pongo a su altura mientras no hace otra cosa que mirarme. No puede volver a casa porque podrían seguirle y la opción de enseñarle a sobrevivir conmigo es quizás lo más seguro. En este instante quiero gritarle que por qué ha tenido que venir, que me explique desde el principio qué hacía con el invento de mi padre, pero le pongo la mano en el hombro y aprieto. No es momento para esas preguntas, sino para dormir. Mañana tendrá que demostrar que es capaz de seguir mi ritmo.

Código de registro: 1606228199350
Espero que os haya gustado. Intentaré seguir publicando cada semana. 

¡Un saludo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario