Con esta
publicación se me ha ocurrido copiar cada capítulo en el blog, ya que muchos de
vosotros no podréis leerlo sin cuenta de Wattpad. Me encantaría que me dieseis
vuestra opinión y que os guste, porque al fin y al cabo eso es lo más
importante. Allá van los primeros tres capítulos.
Capítulo
1
Abi,
princesa de Ranta
Mi nombre no es Abi, no nací en
Ranta y vestida con la chaqueta agujereada que encontré en la basura
difícilmente podría ser una princesa. Contaros la lista de cosas que no soy se
haría interminable, pero en resumen, mi cabello no es negro, mis ojos no son
azules y llevo maquillaje para ocultar cualquier lunar o peca que pudiese
hacerme reconocible. Ni siquiera tengo huellas dactilares.
¿A qué viene tanto secretismo?
Bueno... es una larga historia. En la calle soy invisible, porque si no pueden verme, no pueden tocarme
ni adivinar quién soy. Y si lo hiciesen que yo estuviese en peligro dejaría de
ser importante, porque las personas por las que tomé la decisión de
desaparecer, lo estarían, y eso es algo que no puede ocurrir. Otra vez no.
Cuando cierro los ojos en el
agujero al que llamo apartamento, veo la cara de mi hermana, de mi padre, de
Samuel... y hay días en los que sueño con ellos y es como si estuviese en casa.
Los campos de Navinia nunca fueron tan brillantes y nunca estuvo tan lleno de
vida como en mis sueños. A veces incluso mi madre estaba allí y me acariciaba
la cara, Samuel me ponía la mano en el hombro y Thora, mi hermana pequeña, mi
artista, mi responsabilidad, chillaba desde otra parte de la casa y yo salía
corriendo a buscarla, pero ya era tarde para salvarlos a todos. Siempre era
tarde. Cuando oí a mi hermana fue el principio del fin.
Quizás este sea el momento de ser
explícita, de detallar cada segundo y lo haré solo porque... porque esta
historia merece ser contada, porque no creo que sobreviva a mi venganza y tú
serás quién guarde mis secretos. Te nombro mi confidente, amigo, hoy es tu día
de suerte.
Hola, mi nombre real es Marine
Nash y sí, soy la hija del hombre que destruyó Navinia y la misma que
estuvieron buscando durante meses, quizás años. Antes de todo, mi padre era un
inventor de los que cambian el mundo, de los que atraen inversores y a la gente
equivocada a la casa de una familia de tres, en la que las dos hijas son
pequeñas pero no tanto como para no entender que dos hombres están agarrando a
tu padre por el cuello, contra la pared, en su despacho y a última hora de la noche. Nunca fuimos
ricos. No teníamos tecnología que no hubiese creado mi padre ni nada de lo que
llevan los críos de Ranta. Pero nos sentíamos queridas.
Mi hermana solo vio un segundo la
escena porque la escondí en el armario y corrí a la casa de al lado. La casa de
madera azul con tejas negras y flores en el jardín. Antes de que pasase más de
un minuto toda la familia Mai, Samuel incluído, estaban llamando a los agentes
de la ley, dispuestos a ayudarme. Todo hasta que mi hermana chilló y el padre
de Samuel corrió hacia la casa, todo hasta que el nuevo invento de mi padre,
"la caja de energía" como la llamaron los periódicos, se sobrecalentó
porque mi padre nunca la había tenido más de 5 minutos en funcionamiento y
seguramente llevaba más de media hora. Juro que podía oír los pasos del vecino
yendo a salvarlos a todos y oír el primer disparo. Mi hermana salió corriendo
hasta la puerta y no pude evitar ir hacia ella al verla allí, sola, todavía con
su pijama y los ojos llenos de lágrimas. Por Dios, tenía solo 6 años. Samuel
nos llevó de vuelta al interior de sus casa y....
Llegó el final con la explosión.
El amianto nos protegió porque vivíamos en bunquers con aspecto de casas de
fantasía, en un pueblo que poblaron nuestros abuelos en mitad del desierto,
gracias a que quien fuera que los creó, ya no necesitaba sus refugios
antinucleares. Si hubiese contaminación ni siquiera habíamos nacido. Pero,
tumbada en el suelo, con la mano de Samuel en mi hombro y protegiendo a mi
hermana con mi cuerpo, ya no estaba tan segura de por qué seguía ahí.
Días más tarde nos reubicaron en
las regiones próximas. Tuvimos suerte de que nos dejasen alojarnos a mi hermana
y a mí con Samuel y su madre, toda la familia que le quedaba en ese momento.
Semanas más tarde, mi hermana volvió a sonreír por primera vez. Meses más tarde
me escapé por primera vez para volver a lo que quedaba de Navinia pero Samuel
me siguió y el resto es historia. Demasiadas confesiones por esta noche.
Dormid, angelitos, que no os piquen las chinches.
¿Seguís aquí? Interesante, no
creí que duraseis tanto. Es hora de contar mentiras. Soy una estafadora
consagrada, de pequeña contaba mentiras piadosas y ahora ni siquiera sé qué es
verdad. Salí de la oscuridad de mi apartamento a la luz cegadora de Ranta, la
metrópolis multicultural de los tecnócratas y los ricachones, con sus grandes
carteras. Me escondo entre la gente, con el pelo recogido y una americana,
pantalones vaqueros y zapatos de tacón. Les hago creer que soy una de ellos,
cuando en realidad desprecio su forma de vida. Hoy voy a buscar trabajo de
azafata para uno de los mayores congresos de inventores de este lado del
universo, donde mi padre debería haber estado si siguiese vivo. Les enseñaré mi
identificación como Nadine Reign, Agatha Walton o Abi See, aunque esta última
me la suelo guardar para robar en los garitos de alterne y meterme en partidas
de póquer en sótanos donde se apuestan grandes sumas. ¿Alguna vez gano? No
apuesto una sola moneda, solo voy a mirar y a hacer contactos, hacerles pensar
que saben dónde estoy y lo que quiero. Encontrar a los asesinos de mi padre y
del padre de Samuel.
A las 4 de la tarde sirvo copas
gracias a mi nuevo trabajo con un contrato no muy legal. Me he cambiado las
lentillas por unas del color verde casi tan cálido como el de mi hermana y mi
pelo está recogido con la mera intención de ocultar las raíces claras que
empiezan a salir. Aquellas personas no me miran dos veces y es lo que esperaba.
Necesito oír algo, descubrir cualquier cosa que me ayude a encontrar a quien
dio la orden, porque después de todo son inventores. Es el momento que llevo
años esperando... Siento que alguien me está mirando, giro la cabeza y no le
encuentro. Tengo que salir de ahí. Dejo las copas en una mesa y voy hacia el
baño hasta esconderme en la tercera cabina y subirme al retrete. Alguien entra
detrás de mí. Se abre una cabina de un golpe, luego otra. Me tenso y me preparo
para atacar, llevo una navaja en la cintura. Quien sea que está ahí, golpea la
puerta y yo le doy una patada que le hace caer. Sin pararme a mirarle salgo
corriendo, evadiendo la sala con los invitados y voy directamente a las
escaleras. Bajo varias tandas de pisos y me siento en las escaleras a esperar a
oír algún otro sonido.
Plan de emergencia: saco la
pantalla de control que llevo atada a la cintura y deshabilito las cámaras de
seguridad junto con la alarma. Vuelvo a subir y me quedo en la puerta,
arreglada gracias a la cámara del móvil y preparada para poner mi mejor
expresión de desconcierto cuando suban los agentes de seguridad. Solo que no
ocurre así. Alguien abre la puerta de las escaleras del piso 16.
- Marine, basta de mentiras.
Esto sí que no me lo esperaba.
Capítulo
2
Marine,
enemiga de la luz
- ¿Por
qué no me dijiste que querías volver a “casa”? Sabía que no estabas bien
conmigo y con mi madre, pero tú y Thora sois parte de mi familia. No quiero que
te vayas, por favor no te vayas.
Recuerdo
perfectamente las palabras de Samuel la primera vez que me marché, y verle allí
trae demasiados recuerdos y una verdad que no puedo dejar pasar, si él ha
podido reconocerme cualquiera puede descubrir quién soy.
Le mantengo
la mirada y me debato entre si intentar escapar o enfrentarme a él y decirle
que olvide que me ha visto, pero no puedo. Bloqueo todas las puertas
electrónicas que dan a las escaleras con el panel y respiro hondo muy
lentamente.
- No
voy a mentirte esta vez, voy a intentar ser todo lo sincera que puedo – me
quito los tacones y me siento en las escaleras mientras él sigue ahí parado. –
Primero, siéntate porque me estás poniendo nerviosa y deja de mirarme así.
Él
entrecierra los ojos y se deja caer en el mismo escalón, solo que pegado a la
barandilla para estar lejos de mí.
- Vale,
como puedes imaginarte por cómo voy vestida, no puedo dejar que nadie sepa
quién soy…
- ¿Por
qué? – me interrumpe. – Mi madre y yo te hubiésemos protegido, tu hermana es
feliz, tiene una vida y tú solo te escondes. ¿Y para qué? ¿Crees que tu padre
hubiese querido este tipo de vida para ti? – Suspira y mira hacia el final de
la escalera.
- Tú
no lo entiendes. Necesito saber por qué ocurrió, por qué lo perdimos todo. El
trabajo de una vida perdido, ¿A caso no puedo no ser diferente a ti? Que no me
quedase con vosotros no significa que no quiera que estéis a salvo, lo sois
todo para mí.
- Demuéstralo.
Niego con la
cabeza una par de veces y antes de darme cuenta soy una niña de nuevo. En mi
defensa, no esperaba nada de esto y tampoco es que esté preparada para
mantenerle a salvo. Vuelvo a mirar la pantalla que sigo sosteniendo y acabo con
todo el control que estoy ejerciendo en la seguridad del edificio para
entregárselo, porque mi hermana y yo le debemos estar vivas y a diferencia de
él, puedo salir sin ser vista y ya es demasiado tarde para que no le vinculen
con la razón de la “incidencia de seguridad”.
- Nos
comunicaremos a través de la pantalla, hasta que no decida hacerlo no podrás
enviar mensajes ni seguirme a través de la señal.
Me giré para
bajar y antes de decir nada estúpido salí corriendo planta tras planta hasta
llegar al vestíbulo, para entonces retocarse ya no tenía sentido. Pasé mi
tarjeta identificativa temporal por el sensor y salí al exterior.
La brisa me acarició la cara dejándome sin respiración. Sabía que tendría que vagar unas horas antes de volver a casa por si alguien me seguía, conocía perfectamente el protocolo. ¿Cómo? Porque tuve una buena maestra. A los pocos días de irme de Ranta, la ciudad costera en la que nos reubicaron, acabé en la calle. No tenía dinero, ni comida y mucho menos dónde quedarme. Hasta que Leila me encontró. Era una chica con poca más edad y que yo, nacida en las calles y sin más educación que la que había aprendido para poder sobrevivir. Ella creó a Abi y estuvimos juntas durante 4 años, hasta que… la mataron por lo que había robado ese día. Mientras yo iba a reunirme con ella y si no hubiese sido porque ya clamé mi venganza ahora me seguiría torturando como lo hago por mi padre. Y si Samuel espera encontrar a Marine, debería empezar a prepararse para el golpe que supondrá ver que no queda nada de ella.
La brisa me acarició la cara dejándome sin respiración. Sabía que tendría que vagar unas horas antes de volver a casa por si alguien me seguía, conocía perfectamente el protocolo. ¿Cómo? Porque tuve una buena maestra. A los pocos días de irme de Ranta, la ciudad costera en la que nos reubicaron, acabé en la calle. No tenía dinero, ni comida y mucho menos dónde quedarme. Hasta que Leila me encontró. Era una chica con poca más edad y que yo, nacida en las calles y sin más educación que la que había aprendido para poder sobrevivir. Ella creó a Abi y estuvimos juntas durante 4 años, hasta que… la mataron por lo que había robado ese día. Mientras yo iba a reunirme con ella y si no hubiese sido porque ya clamé mi venganza ahora me seguiría torturando como lo hago por mi padre. Y si Samuel espera encontrar a Marine, debería empezar a prepararse para el golpe que supondrá ver que no queda nada de ella.
A última
hora de la tarde vuelvo a mi guarida y me tumbo en mi cama, con una réplica de
la pantalla en la mano. Todavía no me he permitido pararme a pensar quién me
atacó en los baños, pero eso no importa, lo que sí lo hace es que fallé mi
misión y tengo que encontrar otra forma de encontrarles.
¿Sigues
vivo? – Escribo y la
lanzo al otro extremo de la cama. Pero en cuanto se ilumina la pantalla, pongo
los ojos en blanco y miro la respuesta.
Sí, pero
creo que hoy he visto un fantasma.
Esta
conversación es muy mala idea, pero ahora que me ha encontrado me pregunto si
realmente quiero volver a alejarme. Si lo hice la primera vez no fue solo por
mi sed de venganza, hay otra razón por la que me buscan y quizás me hayan
encontrado ya. Es curioso cómo cambia la vida de un segundo para otro.
Cuando os
hablé de Navinia me dejé un detalle crítico para que entendáis por qué vivo cómo
lo hago, porque me alejo de todo el mundo y me arriesgo de esta manera. En
nuestra comunidad no todos son realmente humanos. El índice casi inexistente de
lo que quedaba de radioactividad atrajo a almas de otro mundo, o quizás siempre
estuvieron ahí. La primera generación que se instaló allí, tuvo hijos y quienes
mostraron convertirse en recipientes para ellos murieron brutalmente. La caja
de luz iba a mantenerla dentro de mí, pero sin ella… puede que ella consiga el
control de mi cuerpo o acabe conmigo. Mi padre anotó dicha anomalía en sus
diarios, los mismos que robaron sus asesinos.
¿Volveremos
a vernos?
Una pregunta
audaz de un chico que también tuvo que crecer demasiado deprisa. Si supiera la
verdad no volvería a saber de él ni de mi hermana. Si el final está cerca para
mí de una forma u otra quizás debería verles….
Tengo
algunos de los diarios de tu padre.
Capítulo
3
Sammy,
guardián de los desamparados
El aire que
entra por la ventana es mi único contacto con la realidad, por lo que sé esto
no está ocurriendo, la cortina no me roza el hombro y no estoy oyendo el ruido
de los coches detrás de mí. Tampoco estoy apoyada en el alféizar de la ventana
de su habitación de hotel, debatiéndome entre obligarle a decirme dónde están
los antiguos diarios de mi padre y quemar el hotel hasta sus cimientos. Mi
desesperación no tiene límites. No, en serio, no tiene límites.
Suspiro y me
bajo sin hacer ruido para empezar a abrir las cómodas y el gran armario
empotrado del fondo de la habitación, hasta que se me agota la paciencia y abro
las puertas violentamente. Entonces le oigo revolverse detrás de mí, encender
la luz y ponerse de pie. Suspiro.
- Dame
los diarios y me iré.- Parezco más cansada de lo que realmente estoy, pero eso
es algo bueno, quiero volver a mi agujero y dormir. Quiero estar preparada para
seguir con mis planes, no ocuparme de fantasmas del pasado cuando el fantasma
debería ser yo.
- ¿Qué?
- Sé
que me has oído. Los diarios. Dámelos.
Él respira
hondo tembloroso y se sienta en la cama. No, susurra. Coloco la
mano en la pistola táser que tengo oculta en el cinturón y me obligo a contener
mi rabia. No puede ser, maldita sea. Es imposible que quién salvo a mi hermana
de vivir en un orfanato sea quien me dificulte conseguir lo que necesito.
Se pasa la
mano por la barbilla y mira hacia la puerta de la habitación. Podría dispararle
en la rodilla y acallar sus gritos de dolor hasta que me dijese dónde están,
pero entonces ninguno de los dos saldría ganando: él, por lo evidente, y yo,
porque no torturo a inocentes, así de simple. Aunque no sea la primera vez que
se me pasa por la cabeza ni la primera vez que alguien está en el lugar y en el
sitio equivocado.
Plan B,
juguemos a los viejos amigos.
- Tú no
lo entiendes, – le digo, con más suavidad, solo me falta quitarme las lentillas
y sería otra vez Marine, tronchante,- los diarios son la prueba de
lo que mi padre estuvo haciendo y sería demasiado fácil rastrearlos hasta ti,
lo que les llevaría a mi hermanita. No quieres salvar a Thora, Sammy. Creía que
todavía tenías complejo de héroe.
El pequeño
Sammy no dejaría morir ni a uno de esos animales mutados del río, con
demasiados ojos y demasiadas patas pero condenados a morir porque su cuerpo no
estaba preparado para su naturaleza aleatoria. Pero la pequeña Marine siempre
era la voz de la razón y a veces la que le metía en problemas con el resto de
la comunidad. Él sabe que no tiene la sangre fría para ser algo más que un
héroe frustrado, igual que lo sabemos todos los que quedamos.
Un primer
ruido en el pasillo del hotel me hace apretar mi cinturón, a unos centímetros
del arma. El segundo y que lleva a la puerta abriéndose, a
esconderme en el armario con el arma a la altura de mi pecho. Hay pasos de dos
hombres, no, tres porque la tercera es una mujer. La cama cruje en cuanto
Samuel se levanta. Si han abierto la puerta de la habitación sin forzar el
cerrojo es que tenían la llave, aun así no creo que sea política del hotel
forzar las puertas en mitad de la noche.
- ¿Quiénes…?-
La voz de Sammy se apaga de repente y se oyen forcejeos. Si vamos a ser uno
contra tres necesitaré mi querido factor sorpresa.
Abro la
puerta de golpe y me tiro al suelo con el brazo estirado. Disparo mi arma tres
veces y cae uno a uno como si fuesen un mecanismo bien engrasado, también Sammy
porque le están sujetando. Pero se aleja rápidamente y va a ponerse a mi lado
mientras me dirijo a la puerta, la ventana solo podría alertar a los vecinos
después del sonido de los cuerpos cayendo. Y, sí, no voy a abandonarle allí.
Aunque tampoco es que vaya a irme de inmediato.
Le quito el
arma a uno de ellos que se retuerce en el suelo y se la lanzo a Samuel.
- ¡Cúbreme!
– Le ordeno mientras cacheo a uno de los hombres, en busca de algo que me diga
quienes son, pero no hay nada. Van vestidos para no llamar la atención y…
espera, no es así. A uno de ellos le brillan los ojos y la mujer se está
tambaleando en el suelo como si más que un disparo hubiese recibido un golpe en
la cabeza. No lo entiendo.
Voy hacia
ella y, en cuanto abre la boca, sale un humo blanco y grita de dolor. El humo
va cogiendo forma lentamente hasta convertirse en una figura retorcida y
atrayente. Perfecta. Necesito tocarla. Estiro la mano y Samuel me sujeta antes
de conseguir llegar hasta ella. Entonces la figura chilla y desaparece como si
fuese el resultado de un truco de magia.
- Tenemos
que irnos- me dice Samuel y tira de mí para que me levante y deje la
habitación. Eso acaba con mi atontamiento.
Antes de que
pasen diez segundos estamos corriendo escaleras abajo hacia la salida. Sé que
tendremos que ir a mi apartamento cómo yo llegué hasta allí, pero también, que
si se lo digo, nos retrasará. Miro mi reloj, el próximo tren vendrá en dos
minutos y cuarenta y seis segundos. Cuarenta y cinco. Corremos entre los
edificios, cruzando la carretera y esquivando los coches, siento que no estamos
solos y ahora no importa. Seguimos hasta la estación y subimos las escaleras
hasta llegar a la puerta que lleva a segunda planta. Me giro para mirarle y veo
su incertidumbre, veo desconfianza y eso me hace sonreír. No quiero que confíe
en mí solo porque una vez me conoció.
Abro la
puerta con la pantalla de control que llevo oculta en mi abdomen y voy hasta el
borde de la plataforma, justo encima de un par de viajeros que van a subirse al
tren de forma normal. Estiro la mano hacia él y vuelvo a sonreír y lo mejor es
que esta vez mi sonrisa no es calculada. Solo quiero disfrutar con alguien de
algo tan cotidiano como lo es viajar encima del vagón bajo la luz de la luna.
Le veo planteárselo y finalmente dar un paso y agarrarme fuertemente de la
mano. Cierra los ojos, le susurro en el oído. Si lo hace o no,
no me importa, solo tiro de él hacia el vagón en cuanto para y me tumbo,
mientras le indico que se mantenga callado, a mi lado.
Es bonito cómo la luz de las estrellas se refleja sobre el acero del que el tren está construido y cómo las lunas estén una junto a la otra. Momentos así me hacen sentirme más niña y más débil, pero no me importa porque en unos minutos tendré que levantarme y solo quiero disfrutar de momento.
Es bonito cómo la luz de las estrellas se refleja sobre el acero del que el tren está construido y cómo las lunas estén una junto a la otra. Momentos así me hacen sentirme más niña y más débil, pero no me importa porque en unos minutos tendré que levantarme y solo quiero disfrutar de momento.
Marxpent. Mi parada. La última de la vía
dieciséis y por lo tanto, en la que más se para el tren, lo que nos permite
bajar por la escalerilla incorporada al último vagón. Hace años había cámaras
de seguridad en este lado de la ciudad, ahora quien se baje aquí está completamente
solo.
Y ahora que estamos caminando juntos, me pregunto qué pensará de este lugar, porque permanece completamente callado e inexpresivo. Quizás él también es diferente y no me he permitido darme cuenta porque eso significaría que ninguno de los dos hemos sido realmente libres.
Y ahora que estamos caminando juntos, me pregunto qué pensará de este lugar, porque permanece completamente callado e inexpresivo. Quizás él también es diferente y no me he permitido darme cuenta porque eso significaría que ninguno de los dos hemos sido realmente libres.
La puerta de
mi apartamento se abre con el código indescifrable que cambio a diario y le
invito a pasar a mi humilde morada. A la vista solo hay una cama, un escritorio
con un ordenador portátil, un televisor y un par de cachivaches robóticos que
cree hace mucho tiempo, el baño está oculto en la pared por si alguien
consiguiese entrar.
- Puedes
quedarte aquí todo lo que lo necesites, no será un palacio, pero es seguro.
Voy hacia el
baño, abro la puerta y enciendo la luz. Los azulejos blancos reflejan en mi
piel blanquecina casi transparente y me quito las lentillas de colores, para
después dejar la cazadora sobre la mampara del rincón mugriento al que llamo
ducha.
Cuando vuelvo a la habitación, me está observando al lado de la puerta. Seguramente esté en shock.
Cuando vuelvo a la habitación, me está observando al lado de la puerta. Seguramente esté en shock.
- Puedes
dormir en mi cama, yo dormiré en la silla. Es más cómoda de lo que parece y,
¿por qué, no? Tampoco es que no lo haya hecho nunca.
Silencio.
Decido ignorarle y sentarme en la silla. No, no tiene sentido que esté aquí, ni
que vaya a pasar la noche, ni que ahora tenga a gente que trate de matarle
cuando esta forma de vida también es por él. Me levanto y me pongo a su altura
mientras no hace otra cosa que mirarme. No puede volver a casa porque podrían
seguirle y la opción de enseñarle a sobrevivir conmigo es quizás lo más seguro.
En este instante quiero gritarle que por qué ha tenido que venir, que me
explique desde el principio qué hacía con el invento de mi padre, pero le pongo
la mano en el hombro y aprieto. No es momento para esas preguntas, sino para
dormir. Mañana tendrá que demostrar que es capaz de seguir mi ritmo.
Código de registro: 1606228199350
Espero que os haya gustado. Intentaré seguir publicando cada semana.
¡Un saludo!
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